Mis reticencias ante el sionismo (carta de Sigmund Freud)

2024-02-28

La carta de Sigmund Freud, con fecha del 26 de febrero de 1930, está dirigida a Chaim Koffler, miembro de la Fundación para la Reinstalación de los Judíos en Palestina (Keren Hayesod). El documento fue traducido por primera vez del alemán al francés por Jacques Le Rider y publicado en el número 70 de la revista Cliniques méditérranéennes, en el año de 2004. La publicación fue acompañada por un comentario de Elisabeth Roudinesco.

 

Viena, 26 de febrero de 1930 

Doctor, 

            No puedo hacer lo que usted desea. Mi reticencia a interesar al público en mi persona es insalvable y creo que las circunstancias críticas actuales no me incitan para nada a hacerlo. Quien quiera influenciar a la mayoría debe tener algo arrollador y entusiasta para decir, y eso, mi opinión reservada sobre el sionismo no lo permite. Sin dudas tengo los mejores sentimientos de simpatía para esfuerzos libremente consentidos, estoy orgulloso de nuestra universidad de Jerusalén y me alegro por la prosperidad de los establecimientos de nuestros colonos. Pero, por otro lado, no creo que Palestina pueda algún día ser un Estado judío ni que tanto el mundo cristiano como el mundo islámico puedan un día estar dispuestos a confiar sus lugares santos al cuidado de los judíos. Me hubiera parecido más prudente fundar una patria judía en un suelo históricamente no cargado; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar, que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes. No puedo sentir la menor simpatía por una piedad mal interpretada que hace de un trozo de muro de Herodes una reliquia nacional y, a causa de ella, desafía los sentimientos de los habitantes de la región.

          Juzgue usted mismo si, con un punto de vista tan crítico, soy la persona que hace falta para cumplir el rol de consolador de un pueblo quebrantado por una esperanza injustificada.

                                                                                                                             Freud

                                                                                                                                Viena, Bergasse 19